
En diciembre, preservamos una narrativa fascinante, la historia real que Michael Bay podría haber utilizado como base para su película ‘La Roca’, ambientada en la famosa prisión de Alcatraz. De hecho, esta prisión, que muchos consideraban infranqueable, nunca fue tan impenetrable como se creía inicialmente. Hoy, Alcatraz ha sido transformada en un sitio turístico muy visitado. Sin embargo, recientemente ha cobrado relevancia nuevamente debido a la propuesta de Trump de restaurar la prisión como un “hogar” para algunos de los criminales más peligrosos de los Estados Unidos. Es interesante señalar que México ya dispone de una prisión de este tipo, situada frente a Alcatraz.
Desde la prisión hasta el santuario. Durante más de un siglo, Las islas Marías simbolizaron el exilio, la limitación y la dureza del Sistema penitenciario mexicano. La narrativa de esta prisión cambió drásticamente con su cierre definitivo en 2019. Desde entonces, el remoto archipiélago en el Océano Pacífico ha comenzado una asombrosa e inesperada metamorfosis hacia el ecoturismo y la conservación medioambiental, convirtiendo lo que antes era un lugar de castigo en un santuario ecológico.
Ubicado a unos 130 kilómetros de la costa de Nayarit, las cuatro islas, especialmente Madre de María, han transitado de ser la última colonia penal de criminales en América a convertirse en una reserva de biosfera administrada por la Armada mexicana. Desde 2022, comenzaron a organizarse visitas turísticas, implementando estrictas medidas de seguridad y limitadas rutas que ofrecen a los visitantes la oportunidad de explorar tanto la naturaleza salvaje como los vestigios históricos de una prisión plagada de historias oscuras. Las estructuras penitenciarias todavía visibles, como las celdas y un módulo de máxima seguridad, coexisten con hoteles, rodeadas de exuberante vegetación y especies endémicas que han sobrevivido durante millones de años gracias a su aislamiento.
Violencia, castigo y resistencia. Fundada como prisión en 1905, las islas Marías acogían a muchos de los criminales más peligrosos del país, así como a disidentes políticos, agricultores empobrecidos y líderes religiosos a lo largo de diferentes épocas históricas. También fueron receptáculo para opositores al gobierno de Álvaro Obregón, católicos durante el periodo de la Guerra Cristera, y figuras como el escritor José Revueltas, un símbolo de la disidencia intelectual.
Con el tiempo, el régimen penitenciario experimentó variaciones significativas, desde modalidades semi-liberadas en las que algunos reclusos podían vivir con sus familias, hasta estructuras de máxima seguridad como la sección de seguridad máxima, inaugurada en 2011 tras la militarización del sistema penal durante la guerra contra el narcotráfico. Los prisioneros en estas instalaciones soportaban castigos extremos, incluyendo la existencia de una cabaña de metal que actuaba como un calabozo solar. De hecho, la BBC reportó que en las otras islas del archipiélago, aún persisten rumores sobre apoyos clandestinos y entierros secretos, visitados ocasionalmente por traficantes de drogas.
Superpoblación. En las últimas décadas de funcionamiento como prisión, hubo episodios serios de sobrepoblación, particularmente en la década de 2000. El Times angelicales reportó que, según documentos recabados por los medios mexicanos, como El Universal y Proceso, en ocasiones la prisión llegó a albergar más de 8,000 reclusos en condiciones sumamente precarias en instalaciones que, en su diseño original, no estaban destinadas a soportar tal volumen.
Un ex recluso compartió un relato particularmente impactante sobre las 500 mujeres reclusas en 2022 que solo tenían cinco baños, describiendo su experiencia con la frase «vivir en una pared de pollo». Aunque, como mencionamos, la prisión contaba con un régimen relativamente abierto —inclusive permitiendo que algunos internos vivieran con sus familias—, el endurecimiento de la política penitenciaria tras el inicio de la guerra contra el narcotráfico en 2006 y la apertura del módulo de máxima seguridad, llevaron a un hacinamiento extremo. La escasez de raciones y los problemas de salud resultaron en un levantamiento en 2013, que posteriormente resultó en el cierre de ese módulo. La combinación de deterioro estructural, falta de recursos y presión social culminó en el cierre definitivo de la prisión en 2019.
Biodiversidad. Desde entonces, las islas han experimentado lo que podríamos considerar una «segunda vida». A pesar de su oscuro legado, la riqueza natural del archipiélago ha sobrevivido y, de hecho, ha prosperado. Desde 2010, cuando la prisión todavía estaba en funcionamiento, la UNESCO reconoció a las islas Marías como reserva de biosfera gracias a su ecosistema único, que incluye bosques secos, manglares, arrecifes de coral y fauna endémica, como el loro Tres Marías, mapaches y conejos que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta.
Durante los años de la prisión, muchas de estas especies sufrieron. Existen relatos de que algunos prisioneros cazaban serpientes con la ayuda de cinturones o utensilios improvisados. Actualmente, la Comisión Nacional para Áreas Naturales Protegidas (ConANP) colabora con la Armada para proteger esta diversidad biológica, aunque persisten desafíos derivados de la pesca ilegal. A pesar de las restricciones que se han implementado desde 2000 y que se han fortalecido en 2021, las empresas continúan ofreciendo actividades como la pesca recreativa sin un control efectivo, lo cual pone en riesgo el delicado equilibrio ecológico de la región.
Turismo (responsable). Hoy en día, las visitas a María Madre han evolucionado en una curiosa mezcla de bioturismo y memoria histórica. Los turistas, en su mayoría mexicanos, se ven atraídos tanto por la naturaleza como por la triste historia del sufrimiento que quedó grabada en las celdas, corredores, murales y cementerios. Como bien explicó la BBC, la tumba de “El Sapo”, un presunto asesino estatal delicado para los socios de su celda, es un ejemplo palpable de cómo la historia y la tragedia se entrelazan en este lugar, convirtiendo la experiencia turística en algo casi surrealista y profundamente conmovedor.
En conclusión, aunque el enfoque actual se centra en el contacto con la naturaleza y la educación ambiental, muchos visitantes continúan siendo atraídos por la misma razón que los llevó a Alcatraz: la oportunidad de experimentar lo que una vez fue un infierno penitenciario. De esta manera, dos narrativas coexisten en las experiencias de quienes visitan este lugar: la de una prisión infame que ha sido un instrumento de control social y represión durante más de un siglo, y la de un ecosistema resiliente que ahora muestra la promesa de redención a través del turismo responsable y la preservación de la memoria colectiva.
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