Solo unos pocos números pueden tener un impacto emocional tan fuerte como aquellos que ha seguido alguien concienzudamente día tras día después de la sequía que afecta a España. Uno de estos números es: 43.144. Esta cifra representa el nivel de agua en los embalses del país al 5 de mayo de 2025, que se traduce en un alarmante 76.99% del total. Este dato es sin precedentes en nuestro historial reciente.
Sin embargo, pese a esta aparente mejora, las señales de alarma siguen presentes
No solo me refiero a los informes generales sobre el estado del agua. También es pertinente mencionar el último informe de Copérnico, el sistema europeo de observación de tierras, que, aunque se enfoca en la situación de Europa Central, subraya que la situación en España es especialmente crítica.
Es indudable que la gran mayoría de los puntos en «alarma» por sequía en el continente europeo se encuentran en la península ibérica.
Como menciono, estas advertencias no solo provienen de los informes comunitarios, que a menudo son difíciles de interpretar, sino que también llegan de las confederaciones hidrográficas que han prohibido ciertas cosechas, basándose en sus proyecciones que afirman que el agua almacenada es insuficiente.
Tomemos el ejemplo de Granada. En este contexto, la Confederación Hidrográfica Guadalquivir (CHG) anunció los límites máximos para el riego de este año, lo cual «confirmó los peores presagios». Las cifras no mostraron que las renombradas áreas de la provincia de Granada fueran a gozar de un alivio, ya que sus reservas de agua no mejoraron al mismo ritmo que en el resto de la cuenca.
Esto implica que las cifras generales, e incluso aquellas desglosadas por cuenca, no son suficientes para retratar la realidad completa del país: hay regiones enteras que, a pesar de formar parte de un sistema hidráulico que muestra buenas condiciones, se encuentran en una situación precaria.
¿Y qué significa esto en términos prácticos? Por ejemplo, los agricultores de La Vega de Granada, que suelen cultivar frutas en invierno, se ven obligados a renunciar a la siembra de cultivos de verano. Esta no es una medida inédita; comenzó a aplicarse en 2023. Sin embargo, el problema radica en que nadie anticipaba esta decisión, lo que golpea de forma severa a un sector que acostumbraba utilizar la rotación de cultivos para garantizar ingresos para las siguientes temporadas (como se explicó en Ideal, «el maíz, que ahora se convierte en un gasto más, es crucial para el financiamiento de las plantaciones de invierno»).
Esto significa que, a pesar de la existencia de agua, muchas zonas pasarán por momentos difíciles. Y no se trata de un problema que únicamente afecte a Granada. Gran parte del sureste, las Islas Baleares o incluso algunas áreas del interior, enfrentará problemas relacionados con el agua y, generalmente, no podrá continuar con sus actividades agrícolas habituales.
Para abordar esta crisis, debemos considerar todas las alternativas disponibles, incluyendo la necesidad de esperar y observar cómo se comportan las plagas en este contexto tan complicado.
En resumen, es un recordatorio de que los problemas de sequía que han estado presentes en nuestra sociedad durante la última década no pueden ser solucionados con medidas superficiales. Como hemos repetido en múltiples ocasiones, las sequías deben ser gestionadas con embalses completamente abastecidos. Ahora es momento de redoblar esfuerzos en los modelos de infraestructura y gestión del agua. Las restricciones pueden ser una solución necesaria, pero si nos detenemos en ese punto, entonces estaremos omitiendo el paso más crucial.
Imagen | Kshithij chandrashekar
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