
En 2019, un video se volvió viral, el cual mostraba a un grupo de jóvenes que, de manera provocativa, lanzaron gritos a la Virgen de Los Dolores durante una procesión de la Semana Santa en Sevilla. Las exclamaciones, como «¡Reina de San Martes!» y «¡Todo el vecindario para ti!», hicieron que una serie de comentarios afloraran, muchos de ellos cargados de homofobia y, en especial, de plumofobia. Este tipo de incidentes sorprendieron a los habituales asistentes a estos eventos, quienes usualmente ven la Semana Santa en Sevilla como una manifestación de devoción católica; sin embargo, el vínculo entre la religiosidad y la militancia LGTBI está más presente de lo que se podría imaginar, reflejando así una dualidad en la experiencia cultural de la ciudad.
Gritar, joven. El fenómeno de los «Chillores», como se les conoce a estos jóvenes, contrasta significativamente con la visión más tradicional de la Semana Santa, la cual, según algunos puristas, busca preservar la seriedad y solemnidad del evento, una idea que ha encontrado eco en esta época. A pesar de que, actualmente, la Iglesia se ha alineado con la idea de «cortar los histerismos», el fenómeno no es nuevo. Monstruoso como se presenta, Eugenio Noel ya documentó en 1916 cómo los públicos de Sevilla exclamaban frases como «esta Virgen es la que da el paso a todas las vírgenes de Sevilla», en referencia a la venerada Esperanza Macarena.
Modestos barrios. En su momento, estos vítores adquirieron un sentido de validación social, procedentes fundamentalmente de barrios emblemáticos como Triana y Macarena, donde la idolatría hacia sus vírgenes representaba un desafío audaz frente a las concepciones aristocráticas que predominaban en las procesiones de la élite. Las exclamaciones en esos tiempos estaban impregnadas de una ironía que hacía eco en la comunidad, una provocación implícita a la centralidad de lo católico. Hoy en día, Sevilla presenta una configuración social completamente distinta; sin embargo, el espíritu de la tradición persiste. Noel mencionó cómo la catedral permanecía abierta hasta la Madrugá, contribuyendo a un ambiente donde las tabernas y los burdeles disfrutaban de una vida intensa y vibrante; «La Semana Santa es, en su esencia, un evento performativo, ya sea que uno elija celebrarlo con gran solemnidad o de manera más relajada».
«¡Dolores hermosos!» Así reconoció Jesús Pascual al observar el video viral. Su análisis se centró en el componente LGTBI que ha empezado a delinear la Semana Santa en Sevilla, materializando sus hallazgos a través de un documental titulado «El grito que comenzó el Chillón«, que ha sido exhibido en cines y plataformas de video. El resultado es un crisol de influencias que evidencian la naturaleza popular de la Semana Santa en Sevilla, ofreciendo una nueva interpretación de sus símbolos sin sacrificar su significado original. Este enfoque, a la vez irónico y tradicional, encapsula la esencia de «¡Dolores hermoso!», donde el juego de palabras teje la herencia cultural con una visión inclusiva que resalta no solo la devoción, sino también una inclinación hacia la autoexpresión gay.
Dos formas de verlo. En «¡Dolores hermosos!» se menciona que «hay dos religiones: Roma y Sevilla». Esta afirmación no solo cuestiona el catolicismo en sí, sino las diversas maneras de interpretar su vasta iconografía, donde la figura de la Virgen María se convierte en un símbolo de pureza y maternidad, mientras que su representación a menudo es coloreada por un folclore andaluz que trasciende las tradiciones más rígidas, subrayando cómo el colectivo LGTBI ha logrado apropiarse de estas manifestaciones culturales a pesar del tradicionalismo homofóbico que a menudo promulga la Iglesia.
Rodríguez Ojeda, orador. En el documental se hace hincapié en la figura de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, un reconocido bordador y homosexual que hizo importantes aportes a la Semana Santa a finales del siglo XIX. Entre sus obras más célebres se encuentra el manto de la Virgen de la Macarena, que rompió con la estética sobria que predominaba, así como los atuendos romanos que él decoró, que estaban adornados con colores y texturas que, para su tiempo, eran radicales y buscaban dar voz a una sensibilidad poco reconocida dentro del espectro de la Semana Santa. Esta creatividad produjo una especie de ícono dentro del arte religioso y subrayó la importancia de las contribuciones gay al ámbito cultural.
Tus dobles raseros, gracias. A pesar de que esta visibilidad homosexual es ampliamente reconocida, aún persisten ciertas tensiones a nivel social: aunque la inclusión está presente, la iglesia exige un comportamiento “moral” de los homosexuales y divorciados. Los gritos hacia la Virgen sirven como una reivindicación de una realidad que sigue siendo complicada, dado el papel institucional de la iglesia. Así, una vez más, como ha ocurrido en el ámbito del cine y la música, la sensibilidad Depósito se transforma en un acto de resistencia, construyendo una alternativa familiar en un contexto marcado por el rechazo.
Nuevos tiempos para el barroco. En tiempos recientes, han surgido nuevos artistas y movimientos que desafían esta realidad. Carlos Carvero ha integrado las Mantillas con la estética de Drag queen; mientras que grupos como Proyecto Palio luchan por la visibilidad trans en las hermandades; y finalmente, escándalos como los carteles de la Semana Santa de 2024 de Shalustiano García han abierto debates importantes acerca de la iconografía cristiana y la estética, lo que conlleva a un repensar y reconfigurar la identidad y deseo dentro de la tradición cofrade.
Encabezado | Press Europa
En | Por qué el Día LGBT+ Pride sigue siendo necesario, explica desde sus protagonistas