Por Esther Herrera (Bélgica)
Los planes impulsados por Bruselas estipulan que para el año 2027, los países europeos dejarán de depender de las importaciones de gas ruso. Sin embargo, esta tarea se presenta como un desafío significativo, dado el alto grado de dependencia energética que el bloque mantiene con respecto a este combustible. Es importante destacar que varios contratos relacionados con la importación de gas de Rusia están en proceso de expiración este año, lo que significa que no podrán ser renovados. Esta situación añade una capa de complejidad a los esfuerzos por diversificar las fuentes de energía en la región europea.
El plan de la Comisión Europea tendrá un impacto no solo en las compras de gas natural líquido procedente de Rusia, sino que también se ha observado un incremento en las cantidades adquiridas durante el último año. Ante este escenario, Bruselas ha solicitado que se inicie un proceso de diversificación de estas importaciones a la mayor brevedad posible. Este movimiento podría ser especialmente beneficioso para los Estados Unidos, en un contexto donde se discuten negociaciones sobre tarifas. Sin embargo, algunos países han expresado su preocupación, advirtiendo que no se debe repetir el mismo error del pasado, quedando la responsabilidad en manos de Washington para del soporte necesario a esos países.
Otro aspecto a considerar en este análisis es la desaparición paulatina de las compras de petróleo, un fenómeno que actualmente afecta principalmente a Hungría y Eslovaquia. Al mismo tiempo, la búsqueda de suministros de uranio, fundamental para el funcionamiento de las centrales nucleares, deberá abrirse a otros mercados, buscando alternativas que garantizan el suministro a largo plazo.
Antes de que finalice el año, se espera que los países miembros de la Unión Europea envíen a Bruselas sus respectivos planes sobre cómo planean reducir su dependencia del gas y del petróleo ruso. Este compromiso se considera crucial para la estabilidad energética del continente.
El comisionado europeo de energía, Dan Jorgensen, al presentar el plan ante el Parlamento Europeo, declaró: «Hoy, la UE envía un mensaje claro a Rusia. Nunca permitiremos que Rusia use la energía como arma contra nosotros.» Este firme posicionamiento subraya la determinación de la UE de no dejarse influir por las tácticas energéticas del Kremlin en el contexto geopolítico actual.
Bruselas ha tenido la cuestión de la eliminación total de la energía rusa como un objetivo primordial, considerando que el año pasado se gastaron 23,000 millones de euros en estas importaciones. A lo largo de los años, la cuota de gas ruso en el suministro total de la UE ha visto una drástica reducción, pasando del 45% en 2021 al 19% proyectado para 2024. Este cambio significativo refuerza la necesidad de una estrategia renovada en políticas energéticas.
Sin embargo, queda la incertidumbre sobre cómo este anuncio afectará las negociaciones de paz en la región y en qué medida los diferentes países europeos respaldarán el plan, especialmente dado el desafío de obtener energía a precios asequibles de fuentes alternativas.