Cultura

ISABEL ALLENDE: «El realismo mágico no es un truco literario, es una manera de entender la vida» – Al Día cr

(SÁBADO 21 DE JUNIO, 2025-EL JORNAL). Isabel Allende compartió una charla en el programa Aprendemos juntos de El País y con base en ella se presenta un extracto de la conversación sostenida con los invitados. La entrevista completa la pueden observar en Youtube.

La autora, de 80 años, habla abiertamente del proceso de creación, de su vida por el mundo tras los sucesos del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y de cómo la escritura lo representa todo en su existencia.

Sin cortapizas, Allende acepta lo siguiente: «Llevo 40 años escribiendo y no he aprendido nada. Sigo cometiendo los mismos errores de antes, pero me encanta lo que hago. He escrito creo que como 30 libros.Me acuerdo solamente del último, el que acabo de escribir. Todos los demás se me borraron. Pero mi trabajo es un trabajo solitario, callado, privado, maravilloso. Y de repente el libro se publica, sale al mundo y empiezan a llegarme los mensajes de los lectores. Cientos, miles de mensajes. Entonces me doy cuenta del poder inmenso que tiene la palabra escrita».

Pregunta: En tu último libro hablas de una mujer fuerte, luchadora. Y escribes acerca del amor, la guerra y de tu país de origen, Chile. ¿Qué te llevó a elegir esos temas y a escribir esa novela? Mi última novela que se llama Mi nombre es Emilia del Valle.

Respuesta: Mi última novela se llama Mi nombre es Emilia del Valle.

El origen, la semilla para esa novela, fue la guerra civil que hubo en Chile en 1891. ¿Por qué me interesaba eso habiendo tantos otros hechos históricos? Porque tiene eco o digamos similitudes con lo que pasó 80 años más tarde en Chile en 1973. En las dos oportunidades hubo un presidente progresista que quiso incorporar al pueblo y hacer cambios fundamentales en el país.

Y se encontró con una oposición cerrada de los conservadores. Esta oposición terminó por incorporar al ejército, a las fuerzas armadas que se dividieron. El ejército se fue con el presidente Balmaceda y la marina con la oposición.

Vino una guerra civil sangrienta en la que murieron más chilenos en cuatro meses de batalla que en los cuatro años de la guerra contra el Perú y Bolivia. 80 años más tarde en Chile, hubo un presidente progresista, Salvador Allende, que quiso también hacer grandes reformas. Se encontró con una oposición cerrada de los conservadores y también intervinieron las fuerzas armadas.

Pero en este caso, no se dividieron y hubo un golpe militar y tuvimos 17 años de dictadura. En ambas oportunidades, el presidente prefirió suicidarse antes que salir al exilio. Entonces, a mí me interesaba contar esta historia.

No podía hacer el paralelo con lo que pasa después, porque la narradora en primera persona es testigo de lo que pasa en 1891 y ella no puede saber lo que va a pasar dentro de 80 años. Pero lo dejo ahí en el aire, a ver si los lectores lo perciben.

 ¿Qué historia o emoción recuerdas de tu niñez que nos quieras contar? ¿Alguna anécdota tal vez?

Respuesta: Mi madre se casó muy joven contra la voluntad de sus padres con un señor que era 12 años mayor que ella, mi padre, y se fueron al Perú porque él era diplomático, donde nací yo y mis dos hermanos. Y mi padre abandonó a la familia cuando yo tenía menos de 3 años.

Mi mamá tuvo 3 hijos, uno detrás de otro, cada 11 meses tenía un niño. Y entonces mi mamá regresó sola con los niños a vivir en la casa de mi abuelo y yo me crié ahí con él, que era una figura, un patriarca, una figura autoritaria. Después se murió mi abuela y mi abuelo se vistió de negro, de pies a cabeza, durante 8 años.

Pintó los muebles de la casa de negro. No había flores, ni música, ni postre. Todo lo que fuera alegre no existía en esa casa.

Y así fue mi infancia. Y la imagen de mi abuelo, siendo, cómo te digo, severo y autoritario, era una imagen muy querible. Un hombre honorable, noble, decente, generoso, que me enseñó las cosas fundamentales que me han servido en la vida.

No quejarme, no pedir nada, conseguirlo, trabajar. Si uno tiene, tiene que dar. Tanto como recibe, tiene que dar.

Lo más importante de todo, el honor. La palabra empeñada es palabra sagrada. Todas esas cosas de mi abuelo me han servido a lo largo de la vida.

Y creo que se quedaron conmigo para siempre y que en cierta forma me acompañaron en los momentos más difíciles, pero después empezaron a pesarme. Porque llega un momento en la vida en que uno tiene que empezar a pedir. Y decir, ayúdenme.

El honor siempre sirve, pero no tiene que ser lo primero. Mucho más importante es el amor. Esas cosas las fui aprendiendo a lo largo del camino.

Pero todavía tengo a mi abuelo adentro. La voz de él adentro. Hay una parte del libro, de esta nueva novela, que sucede en el sur de Chile.

La protagonista se va a la guerra como quien va a una aventura. Bueno, y se encuentra en el campo de batalla, en la sangre, la violencia, la muerte, el dolor. Y algo cambia en ella.

Entonces, se va en un peregrinaje al sur de Chile en busca de su propia alma. Esa descripción del paisaje de Chile, los volcanes, los lagos, el bosque frío, el paso de la cordillera, todo eso lo viví cuando tenía más o menos 10 años. Mi abuelo tenía ovejas en la Patagonia Argentina.

Una vez al año, en la época de la esquila, tomaba el tren en Santiago y llegaba hasta el sur, hasta donde llegaba la línea del tren. De ahí para adelante, en unas camionetas destartaladas. Y después había que cruzar la cordillera en mula y a caballo.

Al otro lado, esperaban unos gauchos argentinos para llevarlo a la hacienda. Y en una ocasión yo lo acompañé. Y ese paisaje del sur de Chile, ese paso de la cordillera, que lo hice una vez con mi abuelo y lo he vuelto a hacer algunas veces, pero ya en tiempos modernos, no en mula, se me quedó para siempre en los huesos.

Ha vuelto en varios de mis libros. No tengo que investigarlo. Lo tengo adentro, ese viaje maravilloso con él.

P: Sé que el 8 de enero es cuando comienzas siempre a escribir tus libros. ¿Me gustaría saber a qué se debe esto y si tienes algún ritual para iniciar todo el proceso creativo de tus obras?

Respuesta: Mira, el 8 de enero de 1981, yo estaba viviendo en Caracas, porque después del golpe militar en Chile, me fui a Caracas con mi familia.

Mi familia se reunió conmigo después y vivimos allí muchos años, pero no podía regresar a Chile. Y el 8 de enero recibimos una llamada de que mi abuelo se estaba muriendo en Chile y yo no podía ir a despedirme de él. Entonces comencé una carta, que era como una carta espiritual, para decirle que yo me acordaba de todo lo que él me había contado, todas las anécdotas familiares, la historia de la familia.

En el fondo yo creo que fue un ejercicio de nostalgia, de recuperar todo lo que había perdido en el exilio. Bueno, mi abuelo murió, yo seguí escribiendo y al cabo de un año tenía 500 y tantas páginas en el mesón de la cocina y esa fue mi primera novela, La Casa de los Espíritus, que fue una novela muy afortunada, porque apenas se publicó en Europa, fue un éxito inmediato, lo que nunca ocurre con un primer libro y se tradujo inmediatamente a varios idiomas, pero yo vivía en Caracas y no sabía lo que estaba pasando en Europa. Entonces empecé mi segunda novela el 8 de enero, un poco por cábala, por superstición, pero también porque yo trabajaba en un colegio y eran vacaciones el 8 de enero, entonces eran unos días libres, era un buen momento para empezar.

Después empecé la tercera novela y ahora no me atrevo a cambiar, porque imagínate, si cambio la fecha, eso va a ser un desastre. Pero también hay un factor de disciplina, yo no tengo jefe, nadie que me diga siéntate a escribir, tengo que disciplinarme yo y tener un día para empezar es buenísimo, porque me da estructura, yo sé que para el 7 de enero yo tengo que tener todo listo, mi calendario limpio, tengo que estar libre, tengo que tener mi pieza ordenada, la investigación hecha, eso me ayuda mucho.

Nunca sé cuándo voy a terminar, pero a veces termino el libro, digamos, en octubre y ya tengo una idea para otro libro, me espero hasta el 8 de enero, espero los meses que faltan, que me cuesta mucho esperar, porque esto es como esos caballos que están así, pero espero hasta el 8 de enero.

Mis editores se molestan por lo mucho que escribo, porque no alcanzan a publicar un libro y hay otro en la puerta del horno. Pero así vivo, no tengo más vida que la escritura, los perros y mi marido, mi tercer marido. Que no será el último, digo yo, nunca sabes.

P: La casa de los espíritus, es una obra maestra, es un libro lleno de magia y de familia.¿Cuánto crees que hay de ti entre sus páginas?

Respuesta: Yo no estoy en La casa de los espíritus, pero está toda mi familia. Como te decía, la intención fue decirle a mi abuelo que yo recordaba a todos, los recordaba a cada uno de esos personajes. Mira, con una familia como la mía, no hay que inventar nada.

Son todos lunáticos, maravillosos. Tenía una abuela fantástica, clarividente, psíquica y maravillosa. Entonces, muchos de esos personajes aparecen en La casa de los espíritus.

La novela empieza con Rosa. Rosa era la primera novia que tuvo mi abuelo y poco antes de casarse, días antes de casarse, ella murió envenenada. Y no se sabe qué pasó, si fue un remedio o algo que ella tomó.

No se sabe. Fue muy misteriosa esa muerte. Muchos años más tarde, mi abuelo se casó con la hermana menor de la familia, que fue mi abuela.

Pero la fotografía de Rosa, la bella, estaba en el piano. Era una fotografía en sepia de una señora un poco gordita que no sé por qué decían que era tan bonita y que era como una sirena. Y yo me imaginaba que las sirenas tenían el pelo verde, por eso en La casa de los espíritus aparece Rosa con el pelo verde.

Pero muchos de los personajes son mis tíos. Mis tíos abuelos, los parientes de mi abuela, la familia materna. Eran todos deliciosos.

Y ellos están ahí, pero yo no. Yo soy la narradora. Pero no estoy en el libro.

En esta última novela, la gente que la ha leído me dice que la protagonista soy yo. Mira, de partida es alta con las piernas largas. Olvídate.

Tiene 25 años. La única similitud es que ella no conoce a su padre y tiene un padrastro maravilloso, como me tocó a mí. En el fondo, el padrastro de Emilia en la novela es un homenaje a mi padrastro, que fue mi mejor amigo.

Un tipo formidable que nunca me juzgó. Estuvo incondicionalmente a mi lado. Y se murió en mis brazos hace no mucho.

Se murió a los 103 años.

P: El realismo mágico es un gran sello de identidad en la literatura. Para ti, ¿dónde reside en la cotidianidad la magia? ¿Dónde la encuentras para trasladarla al papel?

Respuesta: Tuve una abuela mágica. Me crié con la idea de que el mundo es muy misterioso, de que no tenemos una explicación para todo lo que sucede. Las casualidades, los sueños proféticos, las coincidencias y tantas otras cosas que suceden todos los días que no podemos explicar ni controlar. Incluso, las emociones humanas, que a veces nos llevan a la guerra, nos llevan a hacer cosas extraordinarias y son emociones invisibles que, en el fondo, son mágicas también.

El realismo mágico que aparece en la literatura latinoamericana en los años 60, 80, muy fuerte, no es un truco literario. Yo creo que es una manera de entender el mundo en que vivimos, especialmente en América Latina, sobre todo en Venezuela, diría yo. Fíjate que en Venezuela yo coleccionaba recortes de prensa de las cosas locas que pasaban.

Entonces escribí Eva Luna con los recortes de prensa. Son anécdotas que salían en los periódicos. Por ejemplo, que nace un niño con dos cabezas, una cabeza africana y una blanca.

Sale una foto, bueno, por supuesto trucada, ¿no? Pero hay que recortar eso, porque es maravilloso. Imagínate lo que puedes hacer con eso en una novela. Después hay una inundación y flotando por la calle, inundada, va un ataúd con una señora durmiendo adentro.

Después se averigua que la señora siempre duermen en el ataúd porque se está preparando para la muerte. Esas cosas maravillosas no las tengo que inventar. Están ahí y son lindísimas.

En mi vida privada yo acepto el misterio de todo lo que pasa, pero no vivo pendiente de espíritus ni de fantasmas. Por ejemplo, siento que mi hija Paula está siempre conmigo, pero estoy consciente de que es un ejercicio de memoria y de amor por ella. No es que el fantasma de ella ande circulando por mi casa, no.

P: ¿Como en los momentos de tanto dolor, tristeza lograstes poner amor para hacer una obra maravillosa como Paula?

Respuesta: Mi hija estuvo en coma un año. Pasé a su lado durante ese año y murió en mis brazos. Y después de que ella murió, ella murió el 6 de diciembre de 1992, yo empecé a escribir el 8 de enero, un mes después.

Estaba con el corazón partido, te puedes imaginar, después de lo que había pasado. Y mi mamá vino de Chile y estaba conmigo y me dijo, ¿qué vas a escribir el 8 de enero? Le dije, nada mamá, siento que no puedo hacer nada. Y ella me entregó ciento y tantas cartas que yo le había enviado a ella desde Madrid, desde el hospital en Madrid y desde California, cuando yo me llevé a Paula a California.

Me dijo, léelas, están en orden cronológico y vas a ver lo que pasó. Y me sirvieron mucho las cartas porque para mí ese año fue una sola noche larga, oscura, no podía distinguir un día de otro. Me pareció que siempre fue lo mismo, excepto el viaje en avión para traerme a Paula en coma desde Madrid hasta San Francisco, con un cambio de avión en Washington.

De eso sí me acordaba, pero de lo demás no. Y al leer las cartas lo fui viendo paso a paso y comprendí que la única salida para mi hija era la muerte. Al leer las cartas y al empezar a escribir sobre esto, fue como una catarsis, fue un libro escrito con lágrimas, que me ayudó a comprender lo que había pasado, a aceptarlo y también a transformar la rabia que sentía contra todo lo que había pasado, transformar eso en amor por Paula y tratar de vivir los años que me quedan como los habría vivido ella.

Paula era una persona extraordinariamente generosa, compasiva, pasó toda su vida trabajando como voluntaria, ayudando a la gente más pobre, a mujeres en circunstancias muy vulnerables. Entonces dije, bueno, yo quiero que en el resto de mi vida hacer algo de la obra que ella habría hecho si hubiera vivido. Y de ahí nació la idea de una fundación.

La fundación prolonga en el tiempo la misión que ella se había propuesto muy joven.

P: ¿Qué valor le das a los recuerdos y a cómo nos moldean?

Respuesta: Creo que la materia prima para la ficción o para la literatura en general  es la experiencia, la memoria, la gente que uno conoce, las cosas que a uno le importan.

De ahí sale el impulso, la necesidad de escribir sobre algo determinado. La Casa de los Espíritus fue escrita en el exilio y yo no sería escritora hoy sin esa experiencia de haberlo perdido todo y tratar de recordarlo, de recuperarlo a través de la palabra. A lo largo de estos 40 años que he estado escribiendo, muchas veces vuelvo a ese lugar sagrado que es la infancia, las memorias de la infancia, la casa de mi abuelo, el paisaje y la naturaleza de entonces.

Creo que eso es lo más fuerte que queda con uno y de ahí viene todo el impulso para escribir, para hacer muchas cosas en la vida. Pero yo también he sido una eterna desplazada. Siempre me he estado moviendo de un lado a otro.

Estoy de visita en la tierra. Me parece que soy extranjera en todas partes. Entonces, para una persona como yo, que no tiene testigos de su vida, porque voy cambiando, es muy importante recordar.

Ahora, el problema es que se me ha olvidado el 90% de lo que me ha pasado y el 10% que me acuerdo no pasó así. Pero tengo las cartas que intercambié con mi madre durante toda una vida. Empezamos a escribirnos todos los días cuando yo tenía como 16 años.

Desde 1987 empecé a juntar las cartas mías y de mi mamá y a ponerlas por año en orden cronológico. Tengo 24.000 cartas. En cada caja hay entre 600 y 800 cartas porque son las de ella y las mías.

Y ahí está todo. Ahí está la memoria perdida. Ahí está el 10% que me lo imagino de otra manera.

Está todo. Y ahora estoy tratando de escribir una memoria que es mucho más difícil que escribir ficción, porque en la ficción puedo mentir todo lo que quiera. Y yo soy una gran mentirosa. Pero en la memoria tienes que tratar de llegar a la verdad. Y eso me cuesta mucho más. Sobre todo la verdad de uno mismo.

Está todo en las cartas. Entonces estoy revisando esa correspondencia con mi madre. Voy sacando las cajas de los últimos años y voy viendo qué pasó año a año.

Ahora, desgraciadamente, mi mamá murió muy viejita. En el 2018.

Desde entonces no tengo a quién escribirle. Y los días van pasando uno tras otro y se pierden en el olvido. Eso es lo terrible con la memoria.

Isabel Allende durante la entrevista con Aprendamos juntos 2030

 

Una de tus armas más poderosas es el amor. ¿Cuál crees tú que es el secreto para mantener viva la llama del amor?

Respuesta: Te voy a decir que depende de la edad. Porque a la edad mía ya no te quedan hormonas. Entonces, el amor cambia mucho. De joven yo hice muchas locuras por amor, por pasión.

Entre otras, me fui a vivir en los Estados Unidos, porque conocí a un gringo de paso. Y dije, bueno, voy a pasar una semana con él y me lo voy a sacar de la cabeza. Viví 28 años con el tipo.

Ahora estoy casada por tercera vez con un anciano, te podrás imaginar, porque tiene mi edad el anciano. Y el amor ha sido la fuerza más poderosa en mi vida, lo que me ha mantenido de pie. Cuando todo lo demás se pierde, está el amor de mi mamá, el amor de mi padrastro, el amor de mis hijos, por los perros que he tenido y algunos maridos.

No todos, pero algunos. Es la fuerza, yo creo, que mueve al mundo. Escribí una novela hace muchos años, mi segunda novela, De amor y de sombra.

Y ahí hay una frase de la que me he arrepentido siempre. Hay una frase en que uno de los protagonistas dice que la fuerza más grande que existe es el miedo. El miedo consigue todo.

Me he arrepentido porque no es cierto. La fuerza más grande de todos es el amor. Nosotros no estaríamos aquí sin el amor de la madre, que hace que la especie exista.

No solamente entre los humanos. Cuando me dicen que hay que tener cuidado con el amor en las novelas para no caer en lo sentimental, me digo, no me importa caer en lo sentimental, porque creo que es poderosísima la fuerza del amor.

Me separé del segundo marido cuando tenía 74 años. Y la gente me decía, ¿pero cómo después de haber invertido 28 años en esta relación te vas a separar, ya vieja? ¿Vas a estar sola? Bueno, mejor estar sola que mal acompañada, digo yo, ¿no? Pasé un tiempo sola y después me cayó otra persona en la vida que no la estaba esperando. Un tipo que me escuchó por la radio y que empezó a escribirme todos los días, en la mañana y en la noche.

Al cabo de seis meses yo fui a Nueva York, que él era de Nueva York, y dije, bueno, vamos a conocer a este caballero. A las 24 horas me había propuesto matrimonio. Y yo le dije, no, matrimonio jamás.

O sea, otro marido, ya tengo dos. Para atrás, no. Pero empezó, me venía a visitar a California.Y al cabo de un tiempo, vendió su casa, regaló todo lo que tenía y se vino a vivir a California conmigo. Y ahí nos pescó el COVID. Y yo vivía en una casa chiquita con un solo dormitorio y una cama nomás.Y dos perros. Y había que hacerle espacio al tercer marido. Pero nos ha ido bien, fíjate que sobrevivimos los dos años del COVID encerrados en la casa y seguimos juntos.

Así que el amor es muy importante a toda edad. Pero ahora no hay pasión, como la había antes. O sea, ahora no haría una locura por pasión.

No saldría disparada detrás de Antonio Banderas. No. Ya no.

P: ¿Qué importancia tiene para ti en la vida real el humor?

Respuesta: Creo que cualquier mujer necesita humor para sobrevivir en el patriarcado. Así que no soy solo yo. El humor chileno es cruel, sarcástico.

Tenía una columna de humor en Chile que era muy popular y cuando fui a Venezuela, traté de hacer lo mismo en Venezuela y no me resultó. El humor en Venezuela es mucho más gentil, mucho más amable. El sarcasmo se entiende como ofensivo y nunca pude hacer humor en Venezuela, pero allí aprendí ese otro humor, que es el humor que está en todos lados en la vida, en todo lo que uno hace.

Las expresiones venezolanas son maravillosas. Las cosas que la gente dice. Venezuela me cambió la vida.