Por primera vez en muchos años, un gran número de palestinos en la franja de Gaza han alzado sus voces en contra del grupo islámico Hamas, en manifestaciones sin precedentes que han resonado a través de las calles devastadas por la guerra. Con cánticos como «Bar Hamas, Bar!» («¡Fuera Hamas!»), los residentes de localidades como Beit Lahia, Shujaiya, Balah y Jan Yunis han proclamado el anhelo por el fin del dominio que esta organización ejerce sobre el territorio desde 2007. Estas manifestaciones son un reflejo de una creciente desilusión entre la población, que ha vivido durante años bajo el control de un gobierno que muchos ahora consideran opresor y desconectado de las necesidades del pueblo.
El catalizador de estas protestas fue el fracaso del reciente alto el fuego humanitario, que permitió la reanudación de los ataques aéreos israelíes y acentuó la crítica escasez de ayuda humanitaria en la región. A esto se suma el descontento creciente hacia cómo Hamas distribuye los recursos básicos, lo que a menudo resulta en precios exorbitantes en medio de una crisis humanitaria profunda. Las personas no solo están luchando por su supervivencia, sino que también están cuestionando la legitimidad de aquellos que han sostenido su poder durante tanto tiempo.
«Nosotros somos quienes hemos resistido, no los líderes de Hamas que se encuentran cómodos en el extranjero. Aquí somos quienes hemos perdido todo», exclamó un residente en un video que se volvió viral en las redes sociales, capturando la desesperación y la rabia de quienes sufren en el día a día. Este tipo de testimonios resuenan entre las multitudes, reflejando una frustración acumulada durante muchos años, que finalmente ha encontrado su camino hacia la superficie.
La importancia de estas protestas radica también en la aparente pérdida de miedo por parte de la población. Durante años, cualquier expresión de crítica hacia Hamas podría resultar en detenciones, torturas e incluso muertes. Sin embargo, la desesperación colectiva parece haber eclipsado ese temor. Algunos de los manifestantes van incluso más allá, exigiendo la liberación de rehenes como condición necesaria para alcanzar cualquier forma de paz duradera, lo que indica un creciente sentido de responsabilidad colectiva por parte de la ciudadanía.
Hamas, por su parte, ha respondido acusando a Israel y a Fatah de intentar manipular la creciente insatisfacción de la población con «finalidades políticas». No obstante, las imágenes y relatos provenientes de Gaza ilustran una ciudad agotada por el conflicto, con poblaciones desplazadas, escasez de alimentos y la constante amenaza de violencia. Estas protestas, aunque aún no conforman un movimiento organizado capaz de desafiar el control del grupo islámico, representan un punto de inflexión significativo en la relación entre Hamas y la ciudadanía.
Después de un casi casi 18 años de dominio absoluto, el creciente descontento empieza a manifestarse públicamente, aunque sea en forma de expresiones de dolor y sufrimiento acumulado. Las voces que claman por un cambio resuenan con más fuerza que nunca, marcando un posible camino hacia un futuro donde la ciudadanía se haga escuchar, incluso en medio de la incertidumbre y el caos.