Ciencia y tecnología

El Bugatti Veyron revolucionó el mundo con su impresionante motor: uno que nació con un cáncer pintado a 320 km/h.

Año 2005.

En un ambiente festivo, España se rinde ante la energía de la música, con los acordes vibrantes de «El Nano» de Melendi. Simultáneamente, se vive un año notable: el Renault Mégane se convierte en el automóvil más vendido, con Fernando Alonso y su creciente fama elevando el espíritu del automovilismo nacional. Este fue un año verdaderamente significativo, ya que se implementó la normativa Euro 4, aunque aún ignorábamos que este marco regulatorio definiría cuántos vehículos diésel podrían obtener la etiqueta DGT en el futuro.

Mientras Renault disfrutaba de una era dorada y cosechaba dos títulos de campeón en la Fórmula 1, Volkswagen se alineaba para presentar un vehículo que cambiaría el panorama automovilístico, un modelo que parecía un sueño hecho realidad: el emblemático Bugatti Veyron.

Este automóvil había sido concebido con la ambición de alcanzar increíbles velocidades de 320 km/h, inspirado en los trenes de alta velocidad Shinkansen de Japón.

Para entender cómo se llegó a la creación del Bugatti Veyron, es esencial retroceder casi una década.

Papel y boli a 320 km/h

El año es 1997.

El destacado ingeniero Fernando Piëch, nieto de Ferdinand Porsche, toma las riendas de Volkswagen. Su trayectoria en la industria automovilística es impresionante; ha sido fundamental para las victorias de Porsche en Le Mans, ha trabajado en el motor bóxer de seis cilindros del Porsche 911, y ha influido en la tracción Quattro de Audi.

Durante un viaje en el tren Shinkansen, el tren bala japonés que corre a 320 km/h, Piëch y Karl-Heinz Neumann, el jefe del desarrollo de motores de Volkswagen, conversan sobre una idea radical. La idea gira en torno a un motor con 18 cilindros, una locura que soñó mientras observaba la velocidad del tren.

Piëch se imagina un motor capaz de transformar lo que ya es una joya en una obra maestra; tres motores VR6 de Volkswagen alineados para crear más de 600 hp, una capacidad impresionante para cumplir su sueño de desarrollar un automóvil que supere los 400 km/h.

El único inconveniente es que el desarrollo sería tan costoso que no podría encajar en ningún modelo del grupo. Por lo tanto, Volkswagen decide buscar una nueva marca que personifique el lujo extremo, y el candidato perfecto es Rolls-Royce.

Sin embargo, BMW se mueve rápidamente para adquirir la compañía en una subasta. Aunque Volkswagen llega a un acuerdo con Vickers, lo que no sabían es que este grupo solo tenía el derecho de explotación, mientras que el fabricante de aviones, Rolls-Royce Holdings Plc, realmente poseía la marca Rolls-Royce. Finalmente, el acuerdo se cierra entre BMW y la división correcta.

Mientras tanto, Volkswagen se da cuenta de que su motor debe tener una marca que represente el lujo genuino, así que refuerzan sus lazos con la figura mítica de la marca Rolls-Royce. Un viaje a Mallorca lleva a Piëch a considerar la compra de Bugatti, una marca que había caído en la bancarrota después de fallidas intentos de recuperar su antigua gloria francesa. Con la compra en 1998, Giorgetto Giugiaro es contratado como diseñador del Bugatti EB112, integrando sus ideas innovadoras en el nuevo ícono. En pocos meses, Bugatti se presenta con prototipos que incluyeron el famoso motor W18, diseñado por Piëch.

En septiembre de 2000, el primer boceto del Veyron se hace visible. Ahora hablamos del Bugatti EB 16.4 Veyron, que modifica el diseño para incorporar un motor W16, uniendo dos motores V8, en vez del inicialmente propuesto motor W18. Esta innovadora configuración, equipada con cuatro turbocompresores, prometía resultados asombrosos.

Finalmente, Bugatti anuncia que producirá el vehículo en una serie limitada, una decisión que, en aquel momento, parecía sacada de la ciencia ficción.

Los números eran impresionantes: el motor W16 de 8.0 litros generaba 1.001 hp, alcanzaba velocidades máximas de 401 km/h y producía un torque de 1.250 nm.

Para poner en perspectiva este asombroso desafío, vale la pena mencionar que Saleen S7 Twin Turbo había establecido un récord de 399 km/h solo un año antes, haciendo del objetivo de superar los 400 km/h un reto monumental.

Finalmente, con mucho esfuerzo, el equipo de Volkswagen logra cumplir el sueño de romper dos barreras. El Bugatti Veyron no solo se convierte en el primer automóvil en superar 1,000 hp, sino que también alcanza la mítica marca de los 400 km/h. Este vehículo se convierte en un símbolo del estatus de la marca, una máquina única, extraordinariamente rápida y un referente en la historia del automóvil.

Fotos | Bugatti

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