
El cardenal Kevin Farrel ha confirmado la triste noticia de que Papa Francisco falleció a la venerable edad de 88 años. Dicha muerte ha puesto en marcha un antiguo protocolo, un proceso meticuloso profundamente arraigado en la tradición de la iglesia a lo largo de siglos. Esta situación da pie a una serie de rituales ancestrales que rigen la transición del máximo poder espiritual del mundo. A continuación, se presentan las distintas fases que culminan en el humo blanco que indica la elección del nuevo Papa.
Sellado durante siglos. Tras la muerte del Papa, el cardenal Kevin Joseph Farrell, actual jefe del Ministerio de Salud del Vaticano, ha sido quien ha oficialmente verificado la muerte. En este momento, el cuerpo del Papa se transfiere a su capilla privada en el Palazzo Pio, siendo colocado en un ataúd de madera cubierto con zinc. Junto a su cuerpo están resguardados su mitra y un dosel, así como una bolsa que contiene monedas emitidas durante su pontificado, además de un «Rogito», un pergamino que resume su vida y legado, el cual será leído antes de que el ataúd sea cerrado.
Simultáneamente, el espacio privado del Papa en la Casa de Santa Marta será sellado. El anillo del pescador (que sirve como el sello oficial del Papa) será destruido ceremoniosamente con un pequeño martillo para prevenir cualquier tipo de falsificación. Farrell procederá a documentar la Ley de Muerte Oficial y se encargará de la custodia de los documentos personales del Papa. Este proceso inicia un periodo conocido como Sede vacante, en el que el liderazgo de la iglesia se asienta en manos del Colegio de Cardenales, aunque sin la capacidad de tomar decisiones significativas hasta que se designe al nuevo sucesor.
Homenaje público. Como era de esperar, Francisco, con su estilo distintivo y particular, reformuló las normas que regían la funeral papal en 2024. Él decidió eliminar muchos elementos de la pompa que tradicionalmente se asociaba a estos eventos. En lugar de ser expuesto en un catafalco alto o trasladado para la visualización privada de las jerarquías de la iglesia, su cuerpo será expuesto directamente en el ataúd en la Basílica de San Pedro, permitiendo así a los fieles rendir homenaje en un ambiente más accesible. Este periodo de luto se conocerá como el novedoso.
Además, Francisco abolió la tradición de los tres ataúdes utilizados por los papas anteriores, optando en su lugar por un simple ataúd de madera y zinc. Esta decisión, plasmada en la nueva edición de la Oración Exsequiarum romani pontificis, busca, según palabras del maestro de ceremonias litúrgicas, Diego Ravelli, reflejar que el funeral del Papa romano es el de un pastor y seguidor de Cristo, y no el de un hombre poderoso en el mundo.
Funeral sin una estación este. La procesión hacia el templo será conducida por el camarlengo Farrell, y el Colegio de Cardenales establecerá la fecha del funeral, que se planea realizar entre cuatro y seis días después de la muerte (lo que implica que podría ser el lunes siguiente). Durante los nueve días posteriores, se llevarán a cabo misas y servicios funerarios en toda Roma.
A diferencia de lo habitual, que consiste en sepultar al Papa en las criptas del Vaticano, Francisco ha decidido ser enterrado en la basílica de Santa María La Mayor, un lugar que tenía un significado especial para él y al que acudía frecuentemente para orar durante su papado. De este modo, se convierte en el primer Papa en un siglo que será sepultado fuera de San Pedro.
El cónclave. Al cabo de quince a veinte días tras el fallecimiento, el decano del Colegio de Cardenales, el Cardenal Giovanni Battista Re, convocará al Colegio para iniciar el cónclave, un proceso mediante el cual se elegirá al nuevo Papa. Solo los cardenales menores de 80 años pueden participar y votar (aproximadamente 120 en total), y todos deben jurar mantener absoluta confidencialidad antes de ser aislados en la Capilla Sixtina, el espacio sagrado que alberga este solemne y hermético proceso de elección.
El término cónclave proviene del latín clausus cum clave, que se traduce como «bajo llave». Esta denominación se refiere a la restricción obligatoria de acceso al cónclave que busca prevenir demoras y mantener la confidencialidad durante la elección. Las votaciones pueden repetirse hasta cuatro veces al día, y se requiere una mayoría de dos tercios para seleccionar al nuevo Papa.
Humo blanco Cada vez que se lleva a cabo la votación, las boletas se queman junto con compuestos químicos que producen humo: negro si no hay consenso, blanco si se alcanza un acuerdo. Cuando se logra un consenso, el elegido es consultado para aceptar el cargo y decidir qué nombre papal desea adoptar. En la elección de Francisco, que representó al primer pontífice no europeo en 1.300 años, bastaron cinco votos en un periodo de 24 horas, aunque en ocasiones anteriores, hubo elecciones que se extendieron durante meses o incluso años.
Habemus El nuevo Papa, una vez elegido, será vestido con la sacristía en la clásica sotana blanca. Después de saludar a sus electores, estará presente en el balcón central de la Basílica de San Pedro. Desde allí, ante la multitud de miles de fieles que se reunirán en la Plaza, así como millones de otras personas que lo seguirán a través de las pantallas, un cardenal proclamará solemnemente: Habemus papam. De esta manera, el nuevo Papa es recibido oficialmente y le brinda su primera bendición Urbi et orbi, inaugurando así un nuevo capítulo en la vasta historia milenaria del catolicismo.
No solo representa un liderazgo espiritual para más de mil millones de creyentes, sino que el Papa ejerce también una influencia moral y diplomática considerable en el contexto global. La elección del nuevo Papa es un evento que atrae la atención tanto de los fieles como de líderes internacionales. Al mismo tiempo, el legado de Francisco, construido en torno a un mensaje de humildad, justicia social y reforma institucional, queda encapsulado no únicamente en su Rogito, sino que también en la memoria de una época en la que el trono estuvo ocupado por un hombre que decidió «caminar entre su pueblo».
La muerte de un Papa, aunque sea una realidad triste, es sin duda un acontecimiento que provoca reacciones a nivel mundial, envuelto en un aura de solemnidad y simbolismo que va más allá de lo meramente religioso, transformándose en una expresión de continuidad histórica y una demostración de la fuerza espiritual en este siglo XXI.
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