
El acoso escolar se ha convertido en una problemática que va más allá del ámbito escolar, representando una presión constante y un desafío real que afecta la salud emocional y mental de los estudiantes. Este fenómeno se manifiesta a través de intimidaciones, amenazas, y el uso de tácticas coercitivas con el objetivo de obtener beneficios o favores económicos de compañeros.
Lo que anteriormente se consideraba como meras «bromas» dentro de las aulas, ahora puede ser catalogado bajo el ámbito penal, abarcando desde delitos menores hasta crímenes graves que obligan a los estudiantes a rendir cuentas por sus acciones.
Así lo plantea la oficina del fiscal de menores, que advierte sobre la naturaleza del Bullying, el cual puede incluir diversas manifestaciones, ya sean de tipo patrimonial, físico o emocional, de acuerdo a la edad o la orientación sexual de las víctimas.
Ericka Chaves, representante del ministerio público en esta área, sostiene que estos comportamientos son señales claras de violencia en una persona en contra de otra. Resalta que la práctica del acoso es un tipo de conducta abusiva donde un individuo busca demostrar su poder y dominio sobre alguien que se encuentra en una posición vulnerable.
Chaves menciona que el comportamiento de acoso puede ser sistemático, es decir, puede ocurrir de manera repetitiva, o puede surgir a raíz de un único incidente aislado. Los efectos que estos actos generan en la persona afectada son variables y pueden ir desde daños físicos hasta afectaciones emocionales profundas. Un indicativo claro de la seriedad del acoso son aquellos momentos en que la víctima comienza a modificar sus rutinas diarias, optando por cambiar hábitos y costumbres que antes disfrutaba.
Un punto crucial a considerar es que, en todos los casos, el criterio no se basa en la intención del agresor, sino en cómo se siente realmente la víctima. Esto es fundamental para determinar la gravedad y la naturaleza del acoso que se experimenta.
Existen dos aspectos esenciales que deben ser destacados. En primer lugar, aunque el acoso escolar puede clasificarse en el ámbito penal, no se excluye de los procedimientos administrativos necesarios. En segundo lugar, el silencio no es una opción viable en el entorno educativo; las instituciones tienen la responsabilidad de actuar y reportar adecuadamente cualquier conducta inapropiada.
Problemas para aquellos que están condenados
Desde el punto de vista legal, el acoso escolar se encuentra regulado por el código penal y por las normativas específicas dentro del aula, así como por los derechos de prevención y las medidas afirmativas en contra del acoso escolar.
Las instituciones educativas no solo están obligadas a enfrentar los casos de acoso, sino que también es crucial que informen a las autoridades judiciales sobre cualquier incidente. Chaves subraya que «la escuela tiene la responsabilidad de reportar cualquier comportamiento a la oficina del fiscal, sin importar si se clasifica como un delito o no». Esta obligación de reporte se extiende a todas las situaciones, enfatizando que no es necesario esperar a que ocurran lesiones graves para actuar.
Es importante recalcar que el mismo código de protección a la infancia y la adolescencia indica que todos aquellos que tengan conocimiento de un daño, incluso si este es menor, tienen la obligación de reportarlo. La omisión de este deber es más grave cuando proviene de funcionarios públicos.
Tenga en cuenta: la falta de recursos puede complicar la atención judicial para las víctimas de acoso y sus familias, que intentan buscar justicia a través de la ley.
El personal educativo, por lo tanto, está llamado a cumplir con sus responsabilidades de manera rigurosa. Para los directores de escuelas, Chaves enfatiza la posibilidad de que se generen situaciones de favoritismo, lo cual compromete la integridad del proceso educativo.
La experta reitera que, aunque es necesario abordar la cuestión desde una perspectiva judicial, también es crítico que los casos sean tratados dentro del entorno escolar. «El proceso que se lleva a cabo en la escuela es diferente al proceso legal que puede o no considerarse delictuoso. Sin embargo, cada alteración del comportamiento debe ser procesada por la institución», concluye el fiscal.
El papel de los padres ante el Bullying
En su análisis, la fiscal Chaves también aborda la función crucial que juegan las familias cuando se enfrentan a situaciones de Bullying.
Se destacan algunas señales de alerta importantes que los padres deben tener en cuenta:
- Aislamiento social: Los jóvenes muestran reticencia a asistir a grupos o reunirse con sus pares.
- Quejas iniciales: Los jóvenes comienzan a expresar inquietudes sobre las situaciones que están enfrentando.
- Somatización: El estrés ocasionado por el acoso puede manifestarse en problemas físicos como insomnio o dolores gástricos, llegando incluso a la dependencia de medicamentos.
- Señales de amigos: A menudo, son los amigos quienes advierten a los padres sobre el sufrimiento de sus compañeros.
Chaves insta a los jóvenes a buscar el apoyo de sus padres durante estos procesos. Es esencial que las familias se involucren activamente en la atención de estas problemáticas.
«Es realmente lamentable que en muchas ocasiones los padres sean quienes distorsionen la versión que sus hijos tienen para compartir», señala. Resalta que un niño, al articular verbalmente su experiencia de daño, puede presentar formalmente una queja sobre lo ocurrido.