La Agencia Espacial Europea Acaba de insertar la órbita de una nueva misión de observación de la Tierra que promete revolucionar nuestra comprensión de la biomasa en los bosques globales. Esta misión está equipada con el primer radar de apertura sintética en la banda P y su objetivo es medir con precisión la biomasa existente en todos los ecosistemas forestales del mundo.
Comienzo exitoso. La misión de los satélites Comenzó el 29 de abril a las 11:15 a.m., desde el espacio europeo de Puerto de Kourou en la Guayana francesa. Esta histórica misión se llevó a cabo a bordo del cohete Vega-C, que ha reanudado sus actividades tras una pausa de dos años que se debió a un fracaso en su segundo lanzamiento. Con su cuarto lanzamiento, Vega-C demuestra su fiabilidad y capacidad para llevar a cabo misiones críticas para la humanidad.
Menos de una hora después de su lanzamiento, la biomasa se separó del cohete conforme a lo planeado y logró enviar su primera señal, confirmando que todos los sistemas operan sin inconvenientes. Así, la misión se une oficialmente a Los descubridores de la tierra de la ESA dedicados a la investigación científica sobre nuestro planeta.
No conocemos bien los bosques. Es importante señalar que los bosques constituyen cerca de un tercio de la superficie terrestre. Se les ha denominado «el pulmón verde del planeta» precisamente por su función crucial en la absorción y almacenamiento de dióxido de carbono, alcanzando cifras cercanas a 8,000 millones de toneladas netas al año. Este proceso es fundamental para la regulación de la temperatura global.
Sin embargo, desafíos como la deforestación, la minería y la alteración de usos de la tierra están robando a los bosques su capacidad de capturar carbono, especialmente en regiones tropicales, que albergan el 70% de la biomasa terrestre. El principal problema es que no se tiene una idea clara de cuánto carbono almacenan los bosques y cómo responden a variables como el cambio climático, el aumento de temperaturas y la intervención humana.
Aquí entra en juego la biomasa. Este satélite innovador mide, con una precisión sin precedentes, la cantidad de biomasa, y por ende, el carbono almacenado en los bosques del planeta. Además, evalúa su desarrollo a lo largo del tiempo, permitiendo así una comprensión más profunda del ciclo del carbono y del clima global.
Se estima que aproximadamente el 50% del peso de un árbol se encuentra en su biomasa, la cual se compone de madera, ramas y troncos. El radar en la banda P de la biomasa le permite medir esta cantidad de forma global y prácticamente directa desde el espacio, y con un nivel de precisión sorprendente.
El secreto está en el radar. La verdadera innovación del satélite biomasa reside en su instrumento principal, construido por Airbus: el primer radar de apertura sintética (SAR) en la banda P, que está llevando esta misión a nuevas alturas. Este radar utiliza microondas para analizar el eco que regresa tras impactar sobre la superficie terrestre. La longitud de onda del radar es fundamental; las ondas P son significativamente más largas que las de otros satélites de radar, como el Sentinel-1 (banda C) o el futuro NISAR (banda L).
Esta particular longitud de onda le permite al radar penetrar la densa cubierta forestal, atravesar nubes o lluvia, e interactuar directamente con las partes leñosas de los árboles y el suelo, generando información detallada sobre la estructura del bosque. De este modo, los científicos pueden determinar la altura del bosque y estimar la cantidad de material leñoso presente.
Hay una disposición sensible. Para proyectar efectivamente la señal de radar, el satélite desplegará en los próximos días una impresionante antena de reflexión con un diámetro de 12 metros y un brazo de 7.5 metros. Esta maniobra es tanto compleja como crítica para el éxito general de la misión.
La misión biomasa se llevará a cabo en dos fases principales durante su vida útil de 5 años y medio. La primera fase es una fase de tomografía de 18 meses, donde se harán múltiples pasadas sobre las mismas áreas desde ángulos ligeramente diferentes para crear un modelo 3D de la estructura forestal. La segunda fase es interferométrica, de 4 años, durante la cual se evaluarán los cambios en altura y densidad del bosque, permitiendo estimar cómo varía la biomasa a lo largo del tiempo.
Imagen | Fotografía de ESJM
En | Un estudio de imágenes satelitales ha demostrado que hay áreas donde la jungla tiene potencial para recuperarse sin intervención humana.