

A lo largo de casi dos décadas en el papado, Pío XII enfrentó numerosos desafíos, siendo el contexto de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto dos de los más complejos. Estos eventos históricos han dejado una huella indeleble en su legado, convirtiéndolo en una figura controvertida. Sus detractores le acusan de guardar silencio ante la devastación nazi, mientras que sus partidarios lo ven como un hábil estratega que, a través de maniobras cuidadosas, logró salvar vidas e incluso desviar la ira de Hitler, tanto de cristianos como de judíos. Intrigantemente, tras la muerte de Francisco I, el nombre de Pío XII evoca el recuerdo de un motivo diferente: Su funeral infinito, el cual expone las excentricidades de la historia del Vaticano de manera macabra.
De hecho, hay pocas crónicas que relatan cómo, durante su funeral, sucedió una de las peores eventualidades imaginables: el cuerpo de Pío XII explotó mientras era trasladado por miembros de la curia y médicos. Esto sucedió de manera literal, lo que añade un giro surrealista a su ya de por sí controvertida historia.
Una despedida a la controversia
Pío XII llevaba un pontificado lleno de convulsiones, y a pesar de su papel en la Iglesia, sus últimos días llegaron a ser sumamente mediáticos. A pesar de que su agonía no se extendió por mucho tiempo (se sintió mal el 6 de octubre de 1958 y falleció unos días más tarde, el 9), la atención de la prensa estuvo obsesionada con los detalles de su salud. Hubo un intenso interés por quién comunicaría la noticia de su muerte, y algunos medios decidieron recurrir a un médico de primer nivel: Riccardo Galeazzi-Lisi, un amigo y médico personal de Pío XII. Esto lo presentó en un archivo papal como su confidencialidad.
En esos días, el Vaticano era extremadamente reservado. El periodista Alexander Kanzler recordó en 2005 que cuando él era parte de la delegación de Reuters en Italia en 1968, había un teléfono rojo en la oficina que, según sus colegas, había sido instalado una década antes para contactar a Galeazzi-Lisi.
El problema radica en que el médico era tan influyente como cuestionable y sin escrúpulos. Con el tiempo, se volvió del Vaticano, ya que supuestamente buscaba sacar partido de su posición al ascender en la silla santa mientras el Papa agonizaba. Además, se le acusó de intentar introducir una cámara en la habitación del Papa para tomar fotografías de su estado y luego vender ese material a cambio de grandes sumas de dinero: se reportaron ofertas de hasta $3,200 por las imágenes y otros $20,000 por su relato de los eventos.
El médico también hizo otras promesas. Galeazzi-Lisi afirmó haber pactado la exclusiva sobre la muerte para un periodista específico. El acuerdo supuestamente consistía en que el médico abriría una ventana en la residencia papal cuando Pío XII hubiese fallecido. Sin embargo, ni el médico ni la prensa aclararon que fue una monja, debido al calor, quien realmente abrió la ventana para ventilar el edificio, lo que confundió al periodista sobre el momento de la muerte.
Otras fuentes afirman que Galeazzi-Lisi obligó a que un pañuelo se moviera, lo que provocó que el periodista confundiera el movimiento con una cortina que ondeaba por el viento. Sea cual sea la versión correcta, el miércoles 8 de octubre, mientras el Papa estaba dolorido, pero aún vivo, varios medios desataron el alarmante mensaje: “Il Papà è morto”. En ese momento, aún faltaban varias horas para que Pío XII falleciera, citando un “trastorno circulatorio”. Los informes se hicieron pues el médico, Antonio Gasbarini, era considerado el mejor experto.
Lo más curioso es que la participación principal de Galeazzi-Lisi fue entrelazada en todo el proceso de este último adiós de Pío XII, dado que se dedicó a promover su papel en el desenlace de los acontecimientos.
Un embalsamamiento frustrado
A pesar de que Francisco ha simplificado el funeral papal, haciéndolo más parecido al de un “pastor” que al de un “hombre poderoso en el mundo”, el funeral de Pío XII reveló nuevamente que la ceremonia de un pontífice es un evento peculiar. En unos pocos días, más de 250,000 personas pasaron frente al ataúd en la basílica de San Pedro del Vaticano para darle el último adiós, algo similar a lo que ocurrió durante el funeral de Pío XII. Su cuerpo fue expuesto durante días para que los fieles pudieran rendir homenaje y despedirse.
Sin embargo, esto implicaba que el cuerpo debía permanecer en condiciones óptimas. A pesar de la tradición de embalsamar el cuerpo, esta idea no parecía ser del agrado de Pío XII. Chandría «Cuando Dios lo creó». En sus memorias, Galeazzi-Lisi menciona su inquietud por la preservación del cuerpo y cómo decidió hablar con Pío XII sobre una nueva tecnología. Este método, desarrollado con un colega de Nápoles, era una mezcla de hierbas y aceites esenciales que prometía una conservación menos invasiva.
Esta tecnología, conocida como «Ósmosis aromática», fue desarrollada por Galeazzi-Lisi en colaboración con el embalsamador Oreste Nuzzi. Con su implementación, el cuerpo requería poco manejo, lo cual era considerado una ventaja. Tuvo que preparar el aceite y las hierbas aromáticas, y luego envolvió el cuerpo en capas. El doctor afirmó que este método se asemejaba al utilizado por los antiguos egipcios durante sus rituales.
Galeazzi-Lisi incluso relató en sus memorias que cuando Pío XII vio su mano tratada con esta mezcla, «se sorprendió al ver su apariencia».
Pero la pregunta queda en el aire: ¿Aceptó el Papa este nuevo método de conservación? No está claro. Se cree que Galeazzi-Lisi pudo haber conseguido cierta aprobación de la Iglesia. A partir del 10 de octubre, el cuerpo del Santo Padre fue tratado con esta mezcla de hierbas y aceites, y luego recubierto con una especie de celofán para preservar mejor los «sabores volátiles», según se recuerda por el periódico italiano IL Post.
Pero las cosas no salieron como esperaba el médico.
Primero, debido al calor en Roma, que aunque era otoño, era inusualmente cálido.
Segundo, la primera etapa del celofán no funcionó del todo bien, dado que bloqueó la circulación de aire y facilitó la acumulación de gases en el interior.
Además, el cuerpo tuvo que ser trasladado de la residencia papal en Castel Gandolfo a Roma, donde sería sepultado en las grutas del Vaticano.
El resultado fue desastroso, dejando a Galeazzi-Lisi, al igual que a Pío XII, en una posición crítica. Todos los Cardenales se reunieron en el Vaticano, pero es difícil precisar lo que sucedió exactamente, ya que en el transcurso de las décadas han circulado diversas versiones. Sin embargo, parece claro que el resultado fue horripilante: el cuerpo comenzó a despedir un olor tan fuerte que los miembros de la Guardia Suiza papal que custodiasen el ataúd debían ser relevados cada pocos minutos.
Este no fue el menor de los problemas enfrentados por el Vaticano. Desde 1958, un número considerable de crónicas ha documentado cómo la acumulación de gases en el cuerpo provocó una especie de explosión de la cavidad torácica durante el traslado del cuerpo de Pío XII a la basílica de San Pedro. Literalmente, se escuchó un miedo y estruendo en la ceremonia.
«Cuando se levantó el ataúd durante el primer rito fúnebre en la Basílica de Latana, se escuchó un ruido inquietante, como si fueran fuegos artificiales disparándose desde el interior», comenta Martín Careega en su obra ‘Pontifex Maximus’, citada por abecedario en su historia sobre los eventos de 1958.
Este relato no es única entre las versiones. Recientemente, luego del fallecimiento del reverendo Francisco, Ronald Vierling twitteó a sus casi 95,000 seguidores en X que en aquel desafortunado día de otoño de 1958, «El clima cálido en Castel Gandolfo, la falta de enfriamiento y el celofán hermético provocaron una descomposición anaeróbica y la acumulación de gases». Recordó el sacerdote.
Continuó afirmando que el cuerpo se volvió «verdosos y negruzcos», se hinchó y comenzó a emitir un intenso olor, que forzó a la guardia suiza a ser relevada cada 15 minutos. «Se menciona que el ataúd explotó o reventó debido a la presión de gas, resultando en que se desprendieron partes, como la nariz y los dedos».
Incluso el Museo del Salón del Cirujano del Royal College of Surgeons en Edimburgo menciona el caso de Pío XII. En un artículo publicado hace unos años, se discutió la preservación de cuerpos. «La autólisis, provocada por bacterias intestinales, generó grandes cantidades de gas que fueron asfixiados por la falta de refrigeración ante el calor inusualmente alto», explica el profesor Ken Donaldson respecto al método seleccionado por Galeazzi-Lisi. El resultado fue que «en los días que duraron el velorio y la ceremonia del funeral, el ataúd del Papa explotó por acumulación de gas en la cavidad torácica».
Como el reverendo Vierling, Donaldson explicó que el método de conservación elegido por Galeazzi-Lisi era tan deficiente que fueron desprendidas partes del cuerpo, como la nariz y los dedos, y el mismo presentó un color verdoso. La situación fue tan crítica que las autoridades del Vaticano tuvieron que recurrir a expertos para intentar revertir el caos y tratar el cuerpo con sustancias que pudieran detener la descomposición.
Para controlar la situación, se dice que se utilizó una tira de seda en el ataúd, y algunos relatos indican que se empleó una máscara de cera para cubrir la cara durante las etapas finales del velorio», indica el padre Vierling.
Un funeral profundamente controvertido (y macabro) que marcó la despedida de una de las figuras más significativas en la historia reciente de la Iglesia Católica.
Fotos | Wikipedia 1 Presente 2 Presente 3 Y 4
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