Ciencia y tecnología

La poderosa tecnología erigió sus imperios en un entorno interconectado. Ahora, ese mundo se está desmoronando.

Los aranceles impuestos por Trump no son simplemente una medida económica aislada; representan un fenómeno que va mucho más allá de lo esperado: La inminente fragmentación del panorama tecnológico en islas separadas. El esquema tecnológico que hasta ahora considerábamos estable está sufriendo una transformación significativa.

Las recientes caídas en la bolsa han borrado gran parte del valor en el sector tecnológico, una escalada que ha ocurrido en cuestión de días (Más que solo temores a corto plazo): esto refleja un sistema interconectado en el que las grandes corporaciones tecnológicas han construido sus imperios. Ben Evans, en su análisis en Estratensista, menciona que resulta sumamente difícil sobrestimar la medida en que cada aspecto de la vida moderna depende de cadenas de suministro globales, estas son tan largas y complejas que nadie puede comprender realmente las repercusiones de los cambios que se están produciendo.

Las grandes empresas tecnológicas estadounidenses, cuyo crecimiento se basó en la premisa de un mundo digital sin fronteras, ahora enfrentan la pesadilla de un entorno global cada vez más fragmentado tecnológicamente.

  1. La costa estadounidense, dominada por titanes como Apple, Amazon, Google, Microsoft y Meta, se encuentra sumergida en aguas turbulentas. La posibilidad de seguir teniendo fábricas de bajo costo en China o Vietnam está disminuyendo drásticamente.
  2. La isla tecnológica china ha desarrollado sus propios ecosistemas y estándares en un periodo de cinco años. Huawei, por ejemplo, ejemplifica esta independencia creciente.
  3. La isla europea está en una etapa de aprendizaje continuo, centrándose en aspectos regulatorios (como GDPR, DMA y DSA) y intentando posicionarse como una «tercera vía». Así, se enfatizan los valores de privacidad y ética, mientras que se cuidan estratégicamente las posiciones críticas de fabricación como el caso de ASML.

Recientemente hemos mencionado que Huawei no solo ha estado apostando a construir puentes durante los últimos cinco años, sino que en cambio ha excavado profundas trincheras. Sus sistemas operativos, HarmonyOS, que están presentes en más de 1,000 millones de dispositivos, no buscan complementar el ecosistema global; en lugar de ello, han creado una realidad digital paralela. Mientras Occidente todavía está enfocado en las tarifas del mercado, Huawei continúa horneando su propio continente digital.

Los signos de esta fragmentación son cada vez más evidentes, y de no cambiar la situación, es probable que se intensifiquen:

  • Nintendo ha retrasado los pedidos iniciales para el Switch 2, confirmando la incertidumbre en el sector.
  • Vietnam está desesperadamente intentando negociar para reducir los aranceles que afectan su economía.
  • Las empresas están apresurándose a rediseñar sus cadenas de suministro, buscando alternativas que eviten las nuevas restricciones.

Estos son solo indicios superficiales de los grandes cambios que están ocurriendo en el fondo del océano digital.

Estamos presenciando el quiebre de un modelo tecnológico que habíamos aceptado de manera universal. Donde antes había integración, ahora existen barreras digitales. Los efectos de escala que antes permitían la producción de smartphones asequibles y servicios globales están dando paso a ecosistemas más pequeños, menos eficientes y, posiblemente, más costosos. Esto significa que el usuario final no solo tendrá que pagar más por sus dispositivos, sino que también se verá obligado a decidir a qué tecnología pertenecen ciertas «islas».

La Unión Europea, que es consciente de lo que se avecina, está buscando utilizar iniciativas como el instrumento anticorrupción que ya tiene en marcha para «restringir los derechos de propiedad intelectual» o «limitar el acceso de los servicios financieros a los mercados de la UE». Esto se refiere a hardware, pero la guerra tecnológica se extiende igualmente a software, servicios e infraestructura digital.

Europa podría aprovechar esta situación para posicionarse como un puente entre estas islas tecnológicas, utilizando su experiencia para establecer estándares globales (como GSM y GDPR) que puedan ser adoptados más allá de sus fronteras. Su particular relación con Estados Unidos y China podría permitirle convertirse en un integrador en un mundo cada vez más fragmentado tecnológicamente.

En este nuevo archipiélago digital, que alguna vez fue un todo cohesionado como Pangea, las empresas deberán decidir qué islas pueden habitar y cuáles es mejor dejar de lado. La existencia de estándares divergentes (como el que ya observamos con China y su propio HDMI), las cadenas de suministro redundantes y los ecosistemas incompatibles se están convirtiendo en la nueva normalidad.

La innovación ya no fluirá libremente entre los continentes; en su lugar, quedará atrapada dentro de estas islas tecnológicas, cada una con sus propias reglas, limitaciones y oportunidades.

No es que la globalización tecnológica esté amenazada, sino que se está desmoronando activamente. El sueño de un mundo digital sin fronteras ha llegado a su fin. Bienvenidos al archipiélago tecnológico.

Imagen cortesía de , Wikimedia Commons

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