Ciencia y tecnología

El 25% de los aranceles aplicados a los automóviles ya ha llevado a despidos y el cierre de fábricas en México.

Existen mil maneras de aprender español que permiten a los hablantes encontrar sinónimos para expresar conceptos como amenazas y mensajes persistentes. Sin embargo, métodos como el de «The Wolf», que involucra una jarra y una fuente para tirar de la cuerda, no son útiles para contar historias, juegos de palabras o crear metáforas.

Este es precisamente el riesgo que Donald Trump desató al iniciar la Guerra de la Tarifa. Desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente estadounidense ha sido incansable en Lanzar amenazas sobre nuevas tarifas, disparando mensajes hostiles dirigidos a sus aliados (o al menos aquellos que han sido considerados como tales hasta hace poco) y continuando con más declaraciones que también afectan a los europeos, en medio de las dificultades con México y Canadá.

A lo largo de este proceso, la validez de estos métodos se ha vuelto cada vez más cuestionable. A partir del 2 de abril, los Estados Unidos implementaron una tarifa del 25% sobre los automóviles que cruzan sus fronteras, una medida clave para la industria automotriz.

Los aranceles sobre estos dos países vecinos han sido suspendidos temporalmente. El 2 de abril se anunciaron aranceles que se espera comiencen a aplicarse el 9 de abril. Estamos hablando de tarifas superiores al 20% para la mayoría de los productos europeos, y hasta un 10% para una isla deshabitada, excepto por pingüinos y focas.

Sin embargo, China ha enviado un mensaje claro: si los aranceles continúan, responderán con un 34% de tarifas sobre los productos estadounidenses si no hay posibilidad de diálogo diplomático.

Este es el mensaje más contundente que Estados Unidos ha recibido hasta el momento. No obstante, no es el único efecto de estas amenazas. El impacto ya se está sintiendo en las economías de Canadá y México, que enfrentan serios problemas en sus respectivas industrias automotrices.

Algunos informes indican que están siendo testigos de las primeras consecuencias.

Las primeras consecuencias

En el pasado, Canadá y México habían mantenido una relación comercial estable. De hecho, el gobierno de Joe Biden se basó en la Ley de Inflación para priorizar incentivos fiscales a las empresas productoras en los Estados Unidos, incluyendo una porción de la producción en estos dos países.

Particularmente, uno de estos países maneja un volumen muy alto de producción vehicular. Exceptuando a Tesla (que fabrica todos sus vehículos internamente) y a Ford (donde el 77% se asegura que se produjeron en los EE. UU.), el resto de las empresas importan vehículos en cantidades significativamente más elevadas, como es el caso de General Motors, que produce el 30% en Canadá y México. Para Nissan es el 31% y para Toyota el 27%.

Como respuesta al golpe de las tarifas impuestas, Canadá también ha anunciado que aplicará un arancel del 25% a los autos estadounidenses, lo que contraviene el acuerdo de libre comercio T-MEC. Este pacto, en el que ambos países junto con México han sido partícipes durante 60 años, busca evitar aranceles sobre la importación y exportación de automóviles, promoviendo así una industria automotriz conectada.

Para entender la complejidad de la nueva situación, BBC explica cómo cada componente de un automóvil puede recorrer un largo camino antes de ensamblarse. Desde la creación de un pistón hasta su colocación en el cilindro, el proceso involucra cruces de fronteras entre Estados Unidos, Canadá y México antes de la finalización del vehículo.

La aplicación de aranceles adicionales resultará en un incremento de precios, afectando el empleo y el volumen de vehículos vendidos. Stellantis es una de las compañías que ha comenzado a tomar decisiones drásticas. Entre las primeras medidas está la jubilación temporal de 900 empleados en Estados Unidos debido a la disminución en la producción como resultado de los aranceles.

Asimismo, otros 4.500 empleados en Ontario (Canadá) han sido enviados a casa, ya que su fábrica permanecerá cerrada durante dos semanas. En México, la planta en Toluca (que emplea a 2.400 personas) también cerrará durante abril.

Aunque Jim Farley, CEO de Ford, parece ser menos afectado (considerando la producción de automóviles y no tanto el origen de las piezas que utilizan) The New York Times

Estas piezas afectan a España de manera significativa. El país había tenido una relación comercial notable con Estados Unidos, especialmente en la venta de piezas para la producción automotriz. Actualmente, un 4% de estas piezas se exportan a Estados Unidos, pero además, la guerra comercial tiene un fuerte efecto en México, donde operan bastantes de las empresas españolas más grandes.

Como solución, las empresas pueden optar por aumentar los precios de sus productos, trasladar parte de su producción a otros lugares, o incluso retirarse completamente del mercado estadounidense. Esto último es lo que podría considerar Mercedes, que podría detener la venta de su modelo GLA, dado que los automóviles pequeños presentan mayores dificultades para ser rentables bajo una tarifa del 25%.

Volkswagen se coloca en una situación extremadamente complicada, ya que el 43% de sus ventas en Estados Unidos provienen de Canadá y México, y otro 36% se produce principalmente en Europa. Solo el 21% de sus ventas se crean dentro de Estados Unidos. Una posible estrategia sería llevar los vehículos más rentables a las plantas que ya tienen en el país. Por el momento, medios de comunicación de automóviles informan que la compañía alemana ya ha instruido para detener sus operaciones en México y Europa.

En cuanto a Toyota, que ya ha reducido su producción, ha hecho un llamado para disminuir las horas de trabajo en su planta de Guanajuato (México). Igualmente, Honda se encuentra en conversaciones para disminuir su producción, lo que podría resultar en que muchos de sus empleados se queden en casa temporalmente.

Foto | Honda y Luis Ramírez

En | El auto español no es el 25% de los Estados Unidos